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La vitamina C es una vitamina hidrosoluble sensible al calor. Químicamente hablando, se trata de ácido L-ascórbico y sus sales, los ascorbatos (ascorbatos de sodio y de calcio).
La vitamina C es necesaria para la síntesis del colágeno y de los glóbulos rojos, y contribuye al buen funcionamiento del sistema inmunitario. También juega un papel en el metabolismo del hierro, en la transformación de dopamina en noradrenalina y en la biosíntesis de carnitina. Es muy frágil en solución, se destruye al contacto con el aire, por la luz o el calor. Se trata de un antioxidante, molécula capaz de contrarrestar la acción nociva de los radicales libres.
Los humanos no producen vitamina C, así que es necesaria su ingesta diaria.
Ingesta recomendada: la equivalente a 5 piezas de fruta al día, pero no en
forma de ácido ascórbico, que aumenta el nivel de ácido en el organismo y
produce ácido oxálico, aumentando el riesgo de padecer cálculos renales de
oxalato. Una aportación de menos de 10 mg al día puede provocar escorbuto.
La nicotina reduce la tasa de esta vitamina en el organismo. Hay
medicamentos que pueden disminuir la vitamina C en el organismo, como por
ejemplo la píldora anticonceptiva, ciertos antibióticos y el ácido
acetilsalicílico (Aspirina). También las operaciones, infecciones, cáncer,
heridas graves, diabetes mellitus, enfermedades intestinales o estomacales,
estrés permanente y consumo excesivo de alcohol.
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Muy recomendado para reforzar el sistema inmune y ayudar al cuerpo a reestablecer el equilibrio en caso de infección, debilidad o situación de estrés
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